[Investigación] “Arte haitiano en Chile”

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BREVE HISTORIA DE HAITÍ

La República de Haití forma parte de una de las Antillas Mayores que conforman el Caribe insular, ocupando la parte oeste de la isla de La Española. Comparte territorio con la República Dominicana en el lado este y se distingue por sus dos penínsulas (la de Saint-Nicolas y la de Tiburón) que juntas forman el golfo de la Gonâve.

Anteriormente a la llegada de los europeos en 1492, el territorio de La Española solía llamarse Quisqueya, habitada originariamente por los Taínos,  pueblo indígena que se dedicaba a la agricultura, la pesca y la caza, con una organización social basada en el cacicazgo. Quienes se establecieron principalmente en las islas que actualmente son Puerto Rico, República Dominicana, Haití, Cuba y Jamaica.

Al iniciar el colonialismo en Quisqueya, la población Taína fue sometida por los invasores europeos, quienes introdujeron nuevas enfermedades y persiguieron a las y los líderes de los cacicazgos, causando un terrible genocidio indígena liderado por el español Nicolás de Ovando.

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De manera que el dominio español logró instalarse en un primer momento en Haití, quienes bautizaron a la isla con el nombre de Santo Domingo (Saint- Domingue en francés), territorio que con el tiempo pasaría a transformarse en el símbolo de la expansión geopolítica de Europa y de la expansión demográfica y cultural de África (Trotman, 2008). 

En el año 1697 Santo Domingo pasó definitivamente a manos francesas como parte de un tratado entre España y Francia, instaurándose con esto un terrible sistema de esclavismo, que movilizó forzosamente a miles de africanos secuestrados, para trabajar en la elaboración de productos agrícolas de exportación como el azúcar, el tabaco, el cacao, el algodón y el café (Becerra, 2013). Con esto emergieron durante los años venideros nuevos vínculos étnicos entre grupos africanos, como también entre europeos y mujeres esclavizadas, que dieron vida a un nuevo tipo de población conocida actualmente como la creole

A partir de los múltiples abusos que perpetuó el poder colonial durante su control en la isla, sumado a las influencias que significó la Revolución Francesa en 1789, se fue generando una movilización de conciencia al interior de la población africana esclavizada, que poco a poco fue gestando una rebelión sin precedentes para la historia universal, liderada en un primer momento por Toussaint Louverture y luego por Jean-Jacques Dessalines, ambos militares y dirigentes políticos que encabezaron la Revolución Haitiana (1791- 1804) y con ello, dieron paso a la abolición de la esclavitud al interior de la colonia en 1793, y a la posterior independencia de Santo Domingo de Francia en 1804.

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De acuerdo con esto, Haití fue el primer país en Latinoamérica y el segundo en todo el continente en conseguir su independencia después de los Estados Unidos un 1 de enero de 1804, a partir del único levantamiento de esclavizados africanos que desencadenó en la conformación de la primera “república negra” del Caribe y del mundo a comienzos del siglo XIX. De modo que la haitiana, es la única revolución donde el poder político y económico no sólo cambió de manos, sino también cambió de clase y de raza (Pierre- Charles, 2020).

Esta rebelión se inicia luego de una intensa ceremonia vudú celebrada en “Bwa kay Iman” en el año 1791, presidida por el oungan de orígen jamaiquino Boukman y la mambo Cécile Fátima, quienes juramentaron en conjunto a otros esclavizados al norte de Haití luchar incansablemente hasta obtener su libertad. Posteriormente al proclamarse la independencia 13 años después de este suceso fundacional, el territorio pasa a llamarse “Ayiti” proveniente del idioma Taíno, en honor a este pueblo originario exterminado por la fuerza colonial (Latino de Genoud, 2001). Razón por la que esta revuelta de esclavizados no sólo marcó un importante precedente para la emancipación del pueblo haitiano, sino también dio inicio a las luchas por la independencia de otros pueblos afroindígenas y en todo el continente americano. 

De acuerdo con esto, la práctica espiritual del vudú resulta fundamental para comprender la cultura haitiana, su resistencia antiesclavista y su relación con África; ya que, en lugar de asimilar dócilmente las lecciones de la catequesis colonial, las comunidades esclavizadas conciliaron en forma sincrética los sistemas religiosos yoruba, fanti-ashanti, bantú, congo y fon (Depestre, 1979), para cimentar las bases espirituales de lo que vendría a ser la futura sociedad y cultura haitiana. Por lo que, durante el transcurso del periodo colonial, la práctica del vudú fue duramente perseguida y debió de cierta manera “confundirse” e incorporar atributos provenientes del catolicismo para resistir; lo mismo ocurrió durante la ocupación estadounidense en Haití, que se extendió desde 1915 a 1934, donde hubo más actos de represión en contra del vudú. De modo que se recogieron y quemaron objetos rituales de los templos, y si los sacerdotes se negaban a entregarlos, entonces eran encarcelados (Josué, 2014).

Es por esto que para comprender más sobre la estructura del vudú hay que considerar una corte de Loas, que son diferentes espíritus que están más accesibles al devoto; además de considerar que en el vudú también hay una veneración a los ancestros fallecidos, al igual que en otras prácticas espirituales de naciones afrodescendientes.

Los loas son entidades espirituales a los que se les ha adjudicado características más bien humanas, como la ira, el enamoramiento, la gula, los excesos, la afición al sexo, la crueldad, entre otras. Por lo que su veneración incluye toques de tambor, cantos, ofrendas de alimentos, alcohol, velas, tabaco, sacrificio animal, oraciones, entre otros elementos. También a través de un médium puede haber una posesión de los ancestros, aunque los loas únicamente se manifiestan a través de un oungan (sacerdote) o la mambo (sacerdotisa), o sobre una persona reclamada por el loa (Josué, 2014).

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Entre los loas más populares están: Barón Samedi, loa de la muerte; Mamman Brigitte, loa justiciera de las mujeres; Erzulie, loa femenina multifacética que puede ser bondadosa o mostrarse aguerrida y soberbia; Ogou loa masculino vinculado a la sangre, la guerra, los metales y la sanación; además de Pappa Legba, loa de las encrucijadas, el que abre los portales, el mensajero (Deren, 1983). Luego con el inicio del colonialismo, a cada loa se le asignó una correspondencia con santos católicos, no por fusionar creencias, sino más bien para resguardar el secreto de su devoción originaria. 

Sin embargo, a pesar del importante papel que desempeñó la religión vudú en la rebelión de esclavizados de Bwa kay Iman, Haití no ha dejado de sufrir terribles conflictos desde su independencia, ya que durante el siglo XIX el territorio se volvió un escenario en el cual se daba la opresión y la marginalización de las mayorías campesinas, mientras las élites se disputaban del poder (Pierre- Charles, 2020). Cuestión que desembocó a principios del siglo XX en la intervención de Estados Unidos (1915- 1934) para resguardar sus intereses económicos en el país, y en la posterior imposición del militarismo a partir del régimen fascista de los Duvalier (Papa Doc y su hijo Baby Doc) desde 1957 a 1986.

Esta dictadura unipersonal que se inicia con Francoise Duvalier, erigió una presidencia vitalicia y estableció un sistema de control y represión de lo más modernizado, convirtiendo el terror en un sistema de gobierno (Castor, 1986). De manera que en esta época se sedimenta el nepotismo, la extrema corrupción y la persecución hacia los detractores del régimen fascista, quienes en su mayoría pertenecieron a movimientos sociales campesinos, estudiantiles, intelectuales o vinculados a los medios de comunicación. Por lo que lamentablemente hasta el día de hoy, no ha sido posible detener en Haití el saqueo y el extractivismo masivo de todos los recursos naturales y sociales que le componen, debido a su permanente crisis política que se ha fundamentado en las dictaduras militares o en los fraudes electorales.

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Si a esta problemática le sumamos la impagable deuda externa que tuvo que asumir Haití a partir del siglo XIX con Francia, a modo de “indemnización” por su independencia, entonces podemos llegar a entender las raíces del empobrecimiento extremo en la población, el sobreendeudamiento, la constante inestabilidad política e inseguridad por los regímenes militares y la emergencia de pandillas. Factores que terminaron por desencadenar la migración forzada del pueblo haitiano, quienes han tenido que movilizarse a diversos países en todo el mundo para resguardar sus vidas y las de sus familias; considerando además los estragos que causaron en Haití el terremoto del año 2010 y el paso del huracán Mathew en el año 2016. 

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No obstante, más allá de las innumerables injusticias que ha tenido que atravesar el pueblo haitiano, el idioma creole (considerado idioma oficial desde 1987) ha pasado a ser un pilar en la cultura nacional, pues mientras gran parte de los países del continente americano tuvieron que adoptar la lengua y las creencias religiosas de sus colonizadores, Haití fue capaz de crear su propio idioma que vino a consolidar su identidad y proyecto emancipatorio (Pierre- Charles, 2020). De modo que, hasta el día de hoy, el creole es hablado en las diversas comunidades haitianas en todo el mundo, como una acción de resistencia política y cultural.

Lo mismo ocurre en relación a sus prácticas artísticas, dado que el trabajo en torno a la pintura, el metal, la danza, la música y la gastronomía, han sido elementos culturales que los haitianos se han mantenido desarrollando a pesar de encontrarse en distintas partes del mundo. 

Por lo que a través del activismo de las y los artistas migrantes, el pueblo haitiano ha sabido resistir culturalmente a pesar del exilio, conformando un sistema de comunicación y transmisión del conocimiento, que les permite mantener el vínculo con su historia y sus raíces, sobre todo al interior de sociedades racistas donde muchos de ellos han tenido que establecerse y adaptarse para sobrevivir. 

Fuentes de consulta:

Becerra, MJ (2013). Haití el primer grito de libertad americano. En: Revista Historia, debates y tendencias. Vol.13. Brasil: Universidad de Passo Fundo.

Castor, S. (1986). Haití: de la ruptura a la transición. En: Revista Nueva Sociedad N°82. Buenos Aires, Argentina.

Deren, Maya (1983) Divine Horsemen: The Livings Gods of Haiti. McPherson. Estados Unidos.

Depestre, René (1983) Lo real maravilloso en la cultura haitiana: El correo de la UNESCO (febrero): 28- 33. París, Francia.

Depestre, René (1984) El surrealismo popular de Haití: El correo de la UNESCO (febrero): 36. París, Francia.

Instituto Nacional de Antropología e Historia (2018). Museo Nacional de las Culturas del Mundo alberga muestra sobre banderas vudú de Haití. Boletín N°158. Ciudad de México.

Josué, Erol (2014) La biblioteca del vudú: Cultura y Desarrollo. UNESCO 90- 95.

Latino de Genoud, Rosa (2011-2022) “Algunas reflexiones sobre el vudú y la cultura haitiana” en CUYO Anuario de filosofía argentina y americana. (97 -116)

Pierre Charles, G. (2020). Haití: pese a todo utopía. Buenos Aires: CLACSO.

Reuter- Latín (1974) “El arte primitivo de Haití es ahora una gran industria”. Centro Académico de la Memoria de Nuestra América. México.

Trotman, David, S. (2008) “La revolución haitiana”, en Haití: Revolución y emancipación. edit. Rina Cáceres y Paul Lovejoy. San José Costa Rica. Universidad de Costa Rica.

Valdés Leon, C & Voltaire, F. (2018). Antología del pensamiento crítico haitiano contemporáneo. Buenos Aires: CLACSO.

¡CONOCE LAS ARTES HAITIANAS!

PINTURA

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El arte haitiano tiene sus orígenes a partir de la fabricación de una serie de objetos producidos exclusivamente para las cofradías vudú, como las botellas decoradas con lentejuelas, las banderas bordadas llamadas drapó o los dibujos simbólicos conocidos como vevé.  De manera que no fue hasta 1940 que estas prácticas artísticas comenzaron a tener una mayor notoriedad en la escena cultural, gracias a las gestiones del investigador y artista estadounidense DeWitt Peters, quien fundó en el año 1944 Le Centre d´Art Haïti (El Centro de Arte de Haití) en la capital de Puerto Príncipe (Reuter- Latín, 1974) con el apoyo de intelectuales haitianos como Maurice Borno, Albert Mangonès, Geo Remponeau, entre otros. 

Fue tanta la relevancia que generó este proyecto para la época que, en el mismo año de su fundación, el gobierno haitiano donó un edificio a Peters para transformarlo en escuela y galería de arte, con el objetivo de entregar instrucción académica a los artistas autodidactas en las técnicas de dibujo y pintura al óleo (Google Arts and Culture, 2014).

De modo que El Centre d´Art Haïti se configuró como un espacio formativo en el que llegaron zapateros, remendones, peluqueros, choferes de taxi, fabricantes de barcas de pesca, sacerdotes del vudú o comerciantes ambulantes (Depestre, 1984); quienes con el tiempo conformaron uno de los movimientos artísticos más exuberantes del siglo XX, llamando fuertemente la atención de surrealistas europeos como André Bretón, quien visitó la isla en 1945 a propósito de una exposición del artista cubano Wilfredo Lam (Artishock, 2018).

Al alero del Centro de Arte uno de los primeros artistas que comenzó a asistir fue un sacerdote vudú llamado Hector Hyppolite. Héctor utilizó plumas de pollo y restos de pintura para crear sus obras, técnica que llamó la atención de Peters y rápidamente comenzó a buscar a otros artistas, integrando con los años a pintores como Antonio Joseph y Prefete Duffaut, además del reconocido maestro del metal recortado George Liautaud, quienes formaron una de las emblemáticas generaciones de esta escuela.

Estos artistas de Le Centre d'Art aprendieron a manifestar en sus obras tanto la historia de Haití, como la espiritualidad vudú y la vida cotidiana en las calles y mercados. Sentando con esto un precedente respecto a la formación de un estilo pictórico, que pasó a ser el más representativo de la nación haitiana hasta el día de hoy. De hecho, este movimiento ha logrado un amplio nivel de reconocimiento ya que sus obras forman parte de importantes museos y colecciones internacionales. 

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Por lo que es fundamental considerar que, en la actualidad, la pintura haitiana ha vuelto a estar visible debido a la agitación sociopolítica del país, transformándose en un medio de activismo y de expresión emocional, sobre temas vinculados a la diáspora forzada de su pueblo por el mundo. 

Con el terremoto del año 2010, el Centro de Arte sufrió graves daños en su infraestructura, de modo que el Instituto Smithsonian de Estados Unidos generó un proyecto de conservación y rescate del patrimonio cultural haitiano, en alianza con el Ministerio de Cultura de Haití (Google Arts and Culture, 2017) con el objetivo de recopilar tanto obras como archivos para generar un inventario parcial de toda la colección. Aunque cabe destacar, que aún falta un enorme trabajo por mantener ordenado y a salvo este acervo, sobre todo en el contexto político actual que atraviesa el país.

INDUMENTARIA

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En Haití el vestido Karabela se utiliza principalmente como indumentaria tradicional o para las danzas populares. Su estructura se compone de una falda ancha y una blusa con volantes, que a menudo está adornada con bordados, pintura o encajes. Inspirado en los trajes de enagua que utilizaban antiguamente las mujeres negras libres, en la época de la esclavitud colonial.

En relación a su confección, se sabe que el auténtico vestido Karabela siempre se realiza en base a la tela de lino o de algodón, con el azul y el rojo como colores centrales, y en la parte inferior, se pueden realizar bordados o también pintar algunos elementos propios de la cultura haitiana, como los vevés de la espiritualidad vudú.

A su vez, esta indumentaria es una versión haitiana del vestido afrocaribeño conocido en toda la región como “Quadrille” (Cuadrilla), el que está hecho a la medida del cuerpo de las mujeres con tela cuadriculada, para utilizarse en la Kwadril (baile de cuadrilla), danza famosa en las colonias francesas del Caribe durante los siglos XVIII y XIX.

Junto a esto, también se encuentra un tipo de vestido que sigue el patrón de confección del vestido Karabela, pero que utiliza telas de color azul y rojo en representación de la bandera haitiana. Como es el caso de los vestidos utilizados en la Feria Cultural Haitiana, evento organizado por la activista Sandy Joseph en conmemoración de la independencia de Haití, el 1 de enero de 2022 en Santiago de Chile.

VESTIDO

EL METAL

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El oficio del metal recortado tiene una estrecha relación con la espiritualidad vudú, ya que representa al loa Ogou, quien es el loa del fuego, del hierro y de la guerra. En África, los herreros son muy importantes dentro de la sociedad, quienes se dedican exclusivamente a la forja y por lo general, se casan con mujeres alfareras ya que ambos tienen el poder de darle forma a la materia (Cedraschi, 2021); por lo tanto, son temidos y también muy respetados. 

En Haití esta práctica se considera un sello distintivo dentro de las artes populares locales. Fue creada en la década de 1950 por Georges Liautaud, quien comenzó a formar imágenes de cruces de metal y cobre cincelado para honrar a sus ancestros en el cementerio.

Con el paso del tiempo y a partir de su aprendizaje en el Centre d´Art de Haití, Liautaud pasó a realizar trabajos cada vez más elaborados, que a menudo solían representar a los loas del vudú; de manera que se fue transformando en un referente para la escena artística, al promover un nuevo movimiento en relación a la escultura bidimensional. Cuestión que motivó a diversos autodidactas a continuar con este legado, entre ellos el destacado artista Murat Brierre, quien comenzó a trabajar un estilo más barroco en sus obras.

En la actualidad, hay más de 2.000 artífices que realizan este arte tanto dentro de Haití- principalmente en el barrio Croix- de- Bouquets, a 30 minutos de Puerto Príncipe- como en las diásporas de Estados Unidos, México, Canadá o Francia (Cedraschi, 2021), organizándose a través de cooperativas de trabajo, como ocurre también en el caso de los artistas del metal recortado en Chile.

Estos artífices trabajan las esculturas usualmente en base al reciclaje del metal que obtienen de los bidones de gasolina, por ser una materia prima barata y fácil de conseguir. Su técnica se basa en aplanar el metal de los bidones utilizando martillos y cinceles para cortar y machacar; luego le dan forma al material y realizan los detalles a partir de diversos patrones con mayor o menor complejidad. 

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Por lo general las representaciones varían desde loas del vudú, árboles de la vida, sirenas (loa símbolo del amor y la creatividad), aves, escenas bíblicas, frutas y animales; además de considerar los nuevos motivos que han ido incorporado los artistas, a partir del gusto que tiene el público local en donde residen. Junto a esto, también es importante señalar que las obras de metal recortado pueden ejecutarse en pequeños, medianos o grandes formatos que en algunos casos llegan hasta el metro de altura.

SOPA JOUMOU

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La Soup Joumou es una sopa que forma parte de la gastronomía tradicional haitiana, hecha en base a vegetales como: Joumou (zapallo), Vyann bèf (carne de vacuno), Manyòk (yuca), Chou (repollo), Pòm de tè (papa), Bannann vèt (plátano verde), Piman vèt (pimiento verde), Zonyon (cebolla), Lay (ajo), Kawòt (zanahoria), Epina (espinaca), Piman dous vèt e rouj (pimiento verde y rojo), Pwav (pimienta), Jiwòf (clavo de olor), Sèl lanmè (sal de mar) y a veces incluye Espageti (fideos).

Durante la época colonial, este plato sólo podía ser consumido por los franceses dueños de las plantaciones en Haití, mientras que las personas esclavizadas y sobre todo las mujeres, fueron quienes cultivaron, prepararon, cocinaron y sirvieron esta sopa durante años, pero se les prohibió consumir, como parte de la violencia física y simbólica que se ejerció durante el periodo colonial en la isla, con el propósito de instalar una supuesta “superioridad blanca” por sobre las identidades africanas. 

Es por esto que al proclamarse la independencia de Haití el 1 de enero de 1804, Marie- Claire Heureuse Félicité Bonheur Dessalines, primera emperatriz de Haití y esposa del libertador Jean Jacques Dessalines, distribuyó la sopa Joumou al pueblo haitiano liberado de la esclavitud, como un manifiesto de dignidad al ser la primera revuelta anticolonial que se haya dado en el mundo y que resultó ser exitosa. Por lo que cada año nuevo desde entonces, la comunidad haitiana consume esta sopa para conmemorar aquella historia de lucha y resistencia.

Después de la independencia de Haití, la elaboración de la sopa Joumou pasa a ser una práctica gastronómica familiar y comunitaria, ya que los agricultores locales tienen la labor de cultivar los ingredientes que formarán parte de la sopa, las mujeres se encargan de la preparación en general, mientras los niños ayudan a preparar los ingredientes, y los artesanos también colaboran en la fabricación de las ollas de aluminio y otros utensilios que se utilizan para preparar la sopa. 

Es por esta razón que desde el año 2021, la sopa Joumou se encuentra en la Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, promovido por la UNESCO

ARTISTAS HAITIANOS EN CHILE

FLORIE

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Florie es cantante, bailarina, diseñadora de vestuario, actriz y activista haitiana nacida en Puerto Príncipe. Desde el año 2016 reside en Santiago de Chile, donde trabaja formalmente como mediadora sociocultural en establecimientos educacionales, además de vincularse activamente en la escena artística haitiana ya sea como organizadora o participante de eventos y proyectos culturales. 

La relación de Florie con las artes emerge desde su infancia, ya que desde niña comienza a cantar en el coro de la iglesia a la que pertenecía su madre en Haití. Luego a los dieciséis años decide estudiar canto, especializándose en música tradicional como solista, cuestión que su mamá no aceptaba ya que no pertenecía al mundo del cristianismo. Sin embargo, Florie decide mantenerse en el camino de la música tradicional como un acto político y de resistencia cultural, que hasta ahora la acompaña en su diáspora en Chile.

Lo mismo ocurre en relación al arte textil, debido a que la madre de Florie también se dedicaba a la costura, por lo que solía confeccionar la ropa de su hija aunque sin respetar su gusto personal, esto causaba una gran molestia en Florie, por lo que gestionó en su adolescencia el ingreso a una escuela para dedicarse formalmente diseño de modas, siguiendo una línea de confección vinculada hacia lo tradicional, incorporando en sus prendas el uso de la tela Karabela, utilizada por las mujeres kreyòl en homenaje a sus ancestras negras libres durante el periodo colonial.

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Es por esto que a partir de la búsqueda por conocer sus orígenes culturales como mujer haitiana, Florie comienza a vincularse con mayor profundidad en la espiritualidad del vudú a la edad de veinte años, y si bien esta religión fue una de las principales detonantes de la liberación de los esclavos en Haití, actualmente es una práctica espiritual que sigue siendo estigmatizada, sobre todo por la importante presencia evangélica que se ha instalado en el país y por las influencias que dejó la ocupación de EE.UU a principios del siglo XX. Causando una crisis identitaria para muchos haitianos que actualmente se encuentran tanto dentro, como fuera de la isla, y que Florie busca reivindicar a través de su arte. 

De esta manera, comienza una investigación con personas más grandes de su comunidad conocedores del vudú, como también comienza a buscar información a través de internet para estudiar en profundidad los diseños vévé, que son la simbología correspondiente a cada loa o dios del panteón vudú. De esta forma Florie adopta a Erzulie Freda como su loa; la diosa del amor, de la dulzura y de la riqueza, e incorpora su vévé en cada uno de sus vestuarios, como un sello distintivo de su trabajo.

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Posteriormente al llegar a Chile en el 2016, Florie pudo insertarse en la cultura local de una manera más rápida, debido a que tenía un manejo básico del idioma español, a diferencia de otros compatriotas haitianos. Sin embargo, uno de sus primeros desafíos estuvo en adaptarse al clima frío de Chile y a la comida, pero sobre todo ha tenido que resistir a las discriminaciones raciales que se dan en espacios como el transporte público o en las calles de la ciudad.

A su vez, como mecanismo para generar una economía independiente, Florie comienza a vender collares que su esposo solía trabajar, mientras que la confección de ropa la realizaba para uso personal. Posteriormente empieza a producir el vestuario para cantantes haitianos, como también para la compañía de danza afrocontemporánea JAFCO, dirigida por Evens Clercema, quien le extiende la invitación a diseñar el vestuario escénico de la obra ¨Danza, cuerpo y ancestralidad¨.

En la actualidad, Florie se encuentra realizando una investigación sobre mujeres haitianas que lucharon en la independencia del país y que el oficialismo las ha mantenido en los márgenes de la historiografía de Haití, como: Tante Toya, Anakaona, Cecile Fátima, Marie Jeanne y Marie Claire Felicité, entre otras. Por lo que se ha estado dedicando a la confección de sus trajes, con el propósito de educar sobre las historias de estas mujeres, utillizando el lenguaje del diseño de vestuario con enfoque feminista.

Junto a esto, durante el mes de mayo del 2023 Florie participó como invitada para cantar junto al Coro Sinfónico de la USACH, en el concierto inaugural del IV Festival de Cultura Migrante en honor a Haití, organizado por el Centro de Extensión de esa casa de estudios.

JORDANY JACQUES

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Jordany Jacques es gestor de arte y activista cultural nacido en la ciudad de Puerto Príncipe, Haití en el año 1987, quien lleva trece años relacionado a la producción y venta de pintura haitiana, en un primer momento al interior de la isla, y actualmente en Chile luego de establecerse en el año 2017.

La práctica de la pintura en Haití tiene sus orígenes en la espiritualidad vudú, como también en las enseñanzas impartidas durante el siglo XX en el Centre d´Art y en otras escuelas que se fueron formando a través de los años en el país. Sin embargo, es fundamental destacar que la pintura se enseña y se aprende en Haití principalmente a través de la observación y de manera autodidacta, ya sea como un linaje familiar o como parte de un barrio en particular. 

Generalmente cada pintor y pintora en Haití se especializa en un tipo de representación: la marina de Puerto Príncipe; los atardeceres o amaneceres en la playa; las danzas locales basadas en el toque de tambor, donde se produce una deformación de los rostros de los bailarines; escenas vinculadas a la vida cotidiana en relación con el agua, el campo y las montañas; el trabajo rural; la venta en los mercados, donde resaltan los sombreros de las y los vendedores que se encuentran bajo el sol; escenas vinculadas a la abundancia de frutas y verduras, destacándose la variedad de mangos que crecen en el país; o imágenes relacionadas a la espiritualidad vudú.

Junto a esto, hay un tipo de pintura que utiliza la simbología de los indígenas Taínos, antiguos habitantes de la isla La Española o mejor conocida como Quisqueya en tiempos precoloniales, quienes dejaron pinturas rupestres al interior de diversas cuevas ubicadas a lo largo de lo que hoy se conoce como Haití y República Dominicana, y que con los años los pintores haitianos deciden plasmar en sus obras, en conmemoración a este pueblo originario que fue víctima de un terrible genocidio durante los inicios de la colonización española en las islas del Caribe. 

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De acuerdo con lo anterior, el vínculo particular que Jordany Jacques establece con la pintura, nace a través de su tío Jean Charles, artista que lleva más de cuarenta años de trayectoria en el mundo del arte haitiano, y que actualmente se encuentra viajando entre Haití y República Dominicana para seguir manteniéndose de la venta de obra. Después del terremoto del año 2010 en Puerto Príncipe, Jean invita a su sobrino a trabajar con él y de esa manera, Jordany comienza a la edad de veinticuatro años a vender pinturas a los turistas, en un puesto de artesanías ubicado en las cercanías del aeropuerto de la ciudad. 

Hasta el año 2016, momento en que la situación política se complejiza aún más en Haití al terminar el mandato del presidente Michel Martelly, sumándose la crisis alimentaria que desencadenó el paso del huracán Matthew durante el mes de octubre por el suroeste del país. Esto hizo que se produjera una baja considerable del turismo en la isla, cuestión que afectó directamente a los artistas locales, quienes dejaron de tener compradores y muchos de ellos se vieron en la obligación de cambiar de oficio, razón por la que Jordany Jacques decide trasladarse hacia Chile durante el año 2017.

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Los primeros años de Jordany en Chile se enfocaron en aprender el idioma español, conseguir un trabajo, adaptarse al clima y a la nueva cultura. Luego con la pandemia del COVID-19 en el año 2020, se anima a pintar una obra y logra venderla a un interesado. Esto se lo comunica a su tío Jean Charles y así ambos deciden organizarse para retomar el negocio de la venta de arte, pero ahora desde Haití hacia Chile. 

Por lo que aprovechan los contactos que tiene Jean en el mundo del arte haitiano, para comprar telas con pinturas a diversos artistas locales de la isla, que posteriormente se envían por correo a Jordany hasta Santiago de Chile. Luego él lleva las telas a la comuna de Recoleta, para tensarlas en los bastidores de madera que construye con la ayuda de su primo, para salir a vender las obras en el barrio Lastarria, o en diversos eventos que realiza la comunidad haitiana por la ciudad. 

De esta forma, Jordany ha sabido conformar durante estos años un mecanismo de comisariado de obra entre el Caribe y el Sur, que no sólo le permite generar una economía independiente en Chile, sino que también le ayuda sostener a su familia en Haití, mientras que contribuye de esta manera a la permanencia y resistencia del sistema artístico haitiano en la diáspora, utilizando para este propósito, los contactos que formó con su tío durante su vida en la isla.

JOUBERT BRUTUS

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Joubert Brutus es un artista haitiano nacido en Puerto Príncipe en el año 1988, quien se dedica a la elaboración de diversas esculturas bidimensionales hechas en base al aplanamiento, golpe y corte del metal que se obtiene de los tambores de gasolina. Esta es una técnica que forma parte de las prácticas artísticas más emblemáticas de la Nación haitiana, debido a que fue enseñada al interior del Centre d´Art desde mediados del siglo XX, y alcanzó su reconocimiento internacional a través de artistas como George Liautaud o Murat Brierre

El acercamiento de Joubert con este lenguaje nace en su primera infancia a través del linaje familiar, ya que proviene de una familia donde hombres y mujeres se han dedicado a trabajar el metal en Haití, elaborando una gran cantidad de formas que varían en distintos tamaños, y que suelen ser utilizados para la decoración de las tumbas en el cementerio en honor a los ancestros, como también en ceremonias particulares.

De igual manera que la familia Brutus solía vender obras a los extranjeros, quienes hacían pedidos al por mayor, pero a partir de los conflictos internos que se generaron en Haití durante las primeras décadas de los dos mil, el turismo decayó considerablemente, causando con ello una crisis para los artistas locales y la población en general.

De acuerdo con esto, Joubert Brutus comienza a elaborar sus primeras figuras en metal viendo a sus mayores trabajar a la edad de cinco años, luego con el paso del tiempo, su padre se encarga de enseñarle a cabalidad la técnica para incorporarlo al oficio familiar. En un primer momento, Joubert realizaba figuras pequeñas como pájaros o peces, y al tener un mayor manejo de las herramientas, comienza a producir formas de mayor tamaño y complejidad, que varían en representaciones vinculadas a escenas de la naturaleza; los animales; el trabajo en el campo; la simbología relacionada a la espiritualidad vudú; sagrados corazones; árboles de la vida, entre otras expresiones. 

Debido a los conflictos sociales y políticos que estallan en Haití durante el año 2016, Joubert llega a Santiago de Chile en el transcurso del año 2018, en un primer momento, desempeñándose como asistente en la construcción, y durante su segundo año comienza a trabajar en el arte del metal, como una manera de generar una economía independiente en torno al oficio que aprendió con su familia.

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A partir de esto, Joubert comienza a conseguir los materiales y las herramientas que necesita para poder trabajar este oficio en Chile. En un primer momento, se encarga de comprar los tambores de metal en la comuna de San Bernardo y ahí tiene un espacio donde los expone al fuego para quitarles la pintura, luego corta las tapas y las bases, para después encargarse de cortar y aplanar el cilindro del tambor, debido a que todas sus partes servirán para el trabajo escultórico. 

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Posteriormente sobre el metal va dibujando con tiza a mano alzada la forma que tendrá cada obra, para luego cortar y hacer los detalles que varían entre pequeñas incisiones lineales y de puntillismo, realizados únicamente con un cincel, un martillo, junto a la fuerza y precisión que el artista le inscribe a cada uno de sus movimientos. También Joubert cuenta con más de cincuenta tipos de moldes con diversos diseños hechos en base a cartón piedra, ya que así se le facilita el proceso del dibujo cuando tiene que trabajar piezas de mayor tamaño o hacer pedidos en serie. Por último, para finalizar el trabajo, utiliza un cepillo de alambre que le permite sacarle brillo al metal y concluye con una capa de barniz para sellar la obra y así venderla al público. 

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Cabe destacar que cuando Joubert realizó su primera obra de metal en Chile, se la vendió a un amigo chileno que lo motivó a continuar trabajando en su arte, por lo que al generar más piezas, decide instalarse a las afueras del metro Cumming en Santiago, y luego se traslada al metro Bellas Artes, ya que le comentaron que ahí podría conseguir un público más interesado en comprar sus obras. De manera que decide instalarse finalmente en la calle Lastarria con la ayuda de otro amigo, quien lo apoya a gestionar su permiso oficial para poder vender como artista en el barrio. 

Actualmente se puede encontrar a Joubert Brutus de viernes a domingo en el paseo ubicado en la Plaza Mulato Gil en las cercanías del Metro Universidad Católica y Metro Bellas Artes en Santiago de Chile, ya que durante la semana se encarga de producir obra desde su casa ubicada en el Barrio San Diego. 

SASSOU DACIER

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Vanesa Dacier o mejor conocida como Sassou, es estudiante de Trabajo Social en la Universidad Alberto Hurtado de Santiago de Chile, gestora cultural y activista haitiana nacida el año 1994 en la localidad de Okay (Los Cayos), ubicada en el Departamento Sur de Haití.

Durante el año 2014 Sassou entra a estudiar la carrera de Administración de Empresas en Haití hasta el año 2016, momento en que la escena sociopolítica comienza a complejizarse fuertemente al interior del país, y sumado a la crisis ambiental ocasionada por el huracán Mathew, hicieron que Vanesa decidiera buscar otras oportunidades fuera de su país, estableciéndose definitivamente en Chile durante el mes de septiembre de ese mismo año. 

Sus primeros trabajos en la ciudad de Santiago estuvieron enfocados en relación al tema de los cuidados, por lo que Sassou solía dedicarse durante la semana a cuidar niños, aprendiendo junto con ellos el idioma español.  

Así se mantuvo enfocada durante un par de años, hasta que un 1 de enero del año 2022 decide asistir a un evento organizado por la activista Sandy Joseph en la comuna de Santiago Centro y a partir de ello, Dacier comienza a vincularse de manera más comprometida con la escena cultural de haitianos en Chile.

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En la medida en que Sassou asiste a estos eventos artísticos, emerge en ella la motivación por organizar su propio encuentro desde una perspectiva intercultural, para que personas no-haitianas también pudiesen asistir, compartir y aprender sobre la riqueza cultural de los pueblos afrodescendientes y africanos que se encuentran en Chile. De manera que convoca a diversos artistas, pensadores y activistas haitianos, para preparar junto con ellos una programación vinculada a las artes visuales, la música, la poesía y la gastronomía

Es así como una de las principales actividades que se promueven en los eventos de Sassou es el tema de la comida, debido a la importancia que tiene la gastronomía para la identidad y reafirmación de la comunidad haitiana, al ser considerada como una medicina para el cuerpo y el espíritu. Razón por la que en cada evento intercultural se suelen preparar sopas caribeñas y en algunas ocasiones, se cocina la famosa Soup Joumou, la sopa de la revolución haitiana. 

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Hasta el momento Sassou viene realizando ocho eventos interculturales desde junio del 2022 hasta ahora; y actualmente está liderando un grupo de artivismo con otros jóvenes, estudiantes y profesionales llamado ERITAJ, con el que pretenden generar diversas actividades desde una mirada intergeneracional, para promover la educación y difusión de la cultura haitiana, integrando en ello al idioma kreol como un elemento fundamental para la identidad, y que actualmente se encuentra en crisis debido al racismo sistémico que obliga a muchos haitianos a dejar de practicarlo.

Es por esto que Sassou también decide crear su propia marca de ropa llamada Sassou Collections, basada en poleras y polerones bordados con diversas frases en idioma kreol como: Ansanm N ap pí fò (“Juntos somos más fuertes”); Kenbe idantite W (“Mantén tu identidad”); Nou Kapab Inyon Fè Lafòs (“La unión hace la fuerza”); y Mwen renmen´w (“Te quiero”), entre otras. Esto con el propósito de realizar un manifiesto visual que contribuya a la eliminación de las estructuras racistas que se fundan en la cultura chilena, y así poder frenar el creciente antihaitianismo que se propaga en el país a través de los medios de comunicación.

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SANDY JOSEPH

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Registro fotográfico: @lente_afro

Sandy Joseph es artista y activista haitiana nacida el 17 de enero de 2001 en República Dominicana, producto de la migración de sus padres hacia el oriente de la isla de La Española. Razón por la que Sandy creció como apátrida, debido a que se le negó tener la nacionalidad dominicana, cuestión que la imposibilitó durante su infancia a tener derechos fundamentales como el acceso a la salud, la vivienda o la educación.  

De acuerdo con esto, Sandy llegó en el año 2017 a Santiago de Chile a la edad de 15 años. Actualmente es estudiante de la carrera de Derecho en la Universidad Autónoma de Chile y es la primera mujer haitiana en liderar un centro de alumnos en el país. Su activismo por la defensa de los derechos de la comunidad haitiana inició al ver las múltiples violencias que el Estado chileno ha perpetuado hacia mujeres, infantes y adolescentes, a propósito de la barrera idiomática que existe entre el kreyól y el español. Por lo que Sandy aprovechó su conocimiento del idioma, para dar a conocer públicamente lo que está pasando entre la comunidad haitiana residente en el país. 

Junto a esto, al ser una persona apátrida que creció en República Dominicana, y debido también a los problemas políticos internos que hay entre Haití y su país vecino, Sandy no pudo crecer en vínculo con su cultura. Por lo que al llegar a Chile, tuvo la oportunidad de conectarse con las raíces haitianas, al relacionarse con personas de la comunidad, pero esto también la hizo ser testigo de las múltiples injusticias que viven sus compatriotas en el país.

Por lo que en el año 2021 empezó con su proyecto de activismo conocido como @diosa.haitiana en Instagram y también fundó la Red de Mujeres Haitianas en Chile, a partir del caso de una compañera que denunció haber sido víctima de violencia y amenazas por parte de su empleador, quien era en ese momento el Embajador de Haití en Chile. Por lo que Sandy apoyó al traducir y amplificar su relato, al igual que ha colaborado en otros casos de violencias feminicidas. Razón por la que fue invitada a realizar un informe que fue presentado ante la ONU, en el Comité para la Eliminación de la Discriminación Racial (CERD). 

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Posteriormente, Sandy empezó a darle acompañamiento a otras denuncias relacionadas a la vulneración de derechos de la comunidad haitiana, como es el caso de una niña que fue secuestrada por una mujer chilena; casos de muerte por negligencias médicas como Rebeka Pierre, Monise Joseph y Wislande Jean; y casos de violencia policial como Joane Florvil, Louis Gentil y Jean Joseph, que en su mayoría quedan en la impunidad y sin ningún tipo de reparación

De forma paralela, Sandy Joseph también ha realizado talleres para dar a conocer la cultura haitiana en Chile, como taller de confección de la bandera; taller sobre apropiación cultural; taller de introducción al idioma Kreyól; taller sobre las mujeres haitianas en la historia; entre otras acciones que se suman a las campañas para recaudar fondos que ha gestionado a través de “lucatones”, en apoyo a la familias haitianas que viven en hacinamiento, debido a la mafia que hay en torno a los arrendamientos a migrantes. Además, tras el fatídico terremoto que ocurrió en Haití el 14 agosto del 2021, Sandy también realizó una campaña para recaudar fondos para las personas afectadas, que incluyó un concierto en vivo.

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Registro fotográfico: @soniarossel_photography

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Su deseo es internacionalizar las situaciones de vulneración de derechos que viven las personas de su comunidad, por lo que en noviembre de 2021 Sandy Joseph redactó un informe en representación de la Red de Mujeres Haitianas, que presentó ante el Comité para la Eliminación de la Discriminación Racial (CERD), sesión N°105, donde tuvo el privilegio de participar del diálogo y compartir personalmente sus sugerencias en materia de discriminación racial y DDHH.

El 1 de enero del año 2022 Sandy realizó la Feria de Cultura Haitiana, un evento que conmemoró el triunfo de la revolución y que contó con la participación de artistas y activistas como: Michel- Ange Joseph, Makanaky Adn, Djimy Delice, Thaïna Henry, Abelardo, entre otros. Esto con el propósito de desestigmatizar la historia haitiana y mostrar su riqueza cultural en relación al Caribe y la herencia africana. Cabe destacar que una parte de lo recaudado con la venta de entradas, fue destinado en apoyo a las mujeres haitianas que en ese momento estaban siendo deportadas desde los hospitales en República Dominicana, mientras recién habían dado a luz. 

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Junto a esto, realizó un taller en colaboración con el museo Violeta Parra y el 18 de diciembre de 2022 realizó su segundo evento llamado “Bala Perdida, Cuerpo Negro” junto a una comisión antirracista, totalmente a beneficio de Frantz David, un vendedor ambulante haitiano que fue baleado por Carabineros de Chile, y quedó en una situación desfavorable sin familiares en Chile para socorrerlo.

El 25 de julio del año 2023, en el marco del Día de la mujer Afrolatina y Afrocaribeña, Sandy Joseph fue entrevistada por ONU MUJERES en una edición llamada “Mujeres en Espacios de poder- Edición Especial de mujeres afrolatinas. Afrocaribeñas y de la diáspora” donde compartió su relato como persona apátrida; los abusos que ha sufrido; y la realidad de las mujeres migrantes y afrodescendientes en Chile. Dicha entrevista fue publicada en la pagina oficial de la organización.

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En relación a las artes visuales, Sandy comenzó su proyecto conocido como Kwanza, que proviene de la frase suajili "matunda ya kwanza"; que significa "primeras frutas"; también está asociado a una fiesta de navidad que nace en la comunidad afroestadounidense; y es el nombre de la moneda del país de Angola. Es así como Sandy se dedicó a diseñar tote bags con ilustraciones vinculadas a África, y luego a partir de sus estudios en torno a la cerámica de gres, busca relacionarlo con las historias afrodescendientes en América Latina.

Por lo que actualmente tiene el propósito de posicionarse como artista ceramista, sobre todo en una escena sumamente blanqueada y clasista como es la práctica de la cerámica en Santiago de Chile. Por lo que ha estudiado principalmente de forma autodidacta, para aprender la técnica de pellizco, lulo y plancha. Utilizando herramientas como estecas, torneta manual, esponja, rodillo, agua, esmaltes y barbotina; para elaborar objetos utilitarios y también otras experimentaciones figurativas como mapas o rostros de mujeres. 

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VISITA GUIADA

En el mes de marzo de 2023 y en conmemoración al mes contra la violencia hacia las mujeres, participamos de un evento organizado por la artista y activista Florie en la Embajada de Haití en Chile, ubicada en la comuna de Santiago. En esta oportunidad tuvimos la oportunidad de recibir una visita guiada a cargo de Michel- Ange Joseph, quien nos hizo un recorrido por algunas salas de la embajada, para conocer su colección de arte popular vinculada al tallado de maderas y la cerámica pintada. También nos contó sobre la historia de la revolución y de sus próceres, como Jean- Jacques Dessalines, Toussaint Louverture y Henri Christophe, entre otros.

¡Muchas gracias!

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Créditos investigación:

Responsable general del proyecto: Camila Caris Seguel /Fotografía y producción audiovisual: Esperanza Hidalgo Faúndez/ Asesora de contenidos: Florie Alssaint/ Ilustraciones: Jezu Bunster/ Registro fotográfico de obras: Ignacio Chávez/

Artistas y activistas: Florie Alssaint, Jordany Jacques, Joubert Brutus, Sassou Dacier y Sandy Joseph.

Agradecimientos especiales: Carol Illanes y Centro de Extensión del Palacio Pereira.

Proyecto financiado por el Fondo Nacional de Desarrollo Cultural y las Artes (FONDART). Ámbito Nacional de Financiamiento. Convocatoria 2023. Gobierno de Chile.

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